(Para Rufino)
A veces me alcanza el desánimo,
es inevitable.
A veces los días grises rugen como el mercurio,
se arrastran lodazales entre mis piernas
y caigo en el desconsuelo.
Son esos días marchitos
de hojas secas sobre la almohada cuando me acuesto
los que me hacen temer al hombre.
Pero a veces,
a pesar de que haya días en que no se vea el sol
las formas hinchadas de enfado
de coliflor
podrido
de las nubes
se hacen bellas y embelesan.
Siempre,
cuando más oscuro está todo
saco belleza del drama para rescatarme
y enamorarme otra vez de la vida.
A veces cuando el partido tiene peor cara
alguien te invita a beber
y a brindar
y te recuerda que está ahí para
ABRAZARTE EL ALMA.
A veces pasa.
Y es en esas ocasiones
cuando alguien sacará del bolsillo
después del trago del brindis una poesía que ha escrito,
y nos la leerá
para recordarnos que no estamos solos
y regalarnos un pedacito de su ser.
Pocas veces me siento tan cerca
del (horrible, inmoral, mezquino)
género humano
Pocas veces
Ayer fue una de esas:
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QUÉ ESCONDÉIS
En el “ardor
guerrero” no puede haber poesía
ser “el novio de
la muerte” es una necedad
la bandera es un
trapo a un palo atado
“viva la
muerte,”es un vómito de raposas y chacales
¿Qué escondéis…,
Qué…?
No sólo queréis
amasar fortunas
no sólo queréis
dominar al hombre
el prestigio y el
poder son vuestros dioses
las medallas que
ostentáis, están manchadas de sangre
Si tuvierais
valor,
si tuvierais
valor, abriríais vuestras mentes
pondríais
vuestros pechos desnudos al sol
os tiraríais
vestidos al fondo del mar
y dejaríais al
coral que os funda las sienes.
Si tuvierais
valor,
conoceríais la
belleza de la vida
si tuvierais
valor,
conoceríais la
armonía del océano
si tuvierais
valor,
conoceríais el
verbo compartir.
Pero no,
No tenéis valor.
Optasteis
por vivir de las
migajas del banquero
por defender con
las armas los poderes
por ser guardianes
de las clases que dominan
por imponer las
miserias con la muerte.
No, no tenéis
valor
Vuestras mentes
son el nido de las ratas
las barrigas el
cobijo de las hienas
escondéis en el
pecho mil serpientes
Y se os
convirtieron los brazos en caimanes
……………………………………………….
Nos obligasteis a
caminar entre zarzas
Nos robasteis el
pan, el vino, la casa
Nos encerrareis en
vuestras malditas cloacas
Pero allí
No olvidéis
Desde allí
Seguiremos pensando.
(Rufino Hernández)