Lleva el paso acelerado, como huyendo de su cuerpo físico,
de Las Llanas, del aroma de su piel y de cuanto haya sido esa noche,
si es que ha sido algo más que tacones, maquillaje, ropa de pija y ese chal en el que resguarda sus hombros
del aliento de la madrugada.
Descubro cuando me adelanta que es muy hermosa.
Echa a correr unos treinta metros
cuando se pone a mi altura por la izquierda
y puedo entonces oler su perfume
que me corta los pulmones como un cristal roto
en el momento de entrar en mí.
Ya explicaba Süskind que el olfato
es el más primario de los sentidos,
y que los perfumes de las personas
nos pueden hacer conocerlas.
He olido la huida de una mujer de su propio aroma.
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